junio 28, 2025
Medio Ambiente

¿Qué tienen en común una foto de un niño con malformaciones

y la expansión de la frontera agrícola en Argentina?

Cuando la multinacional Monsanto entró al país en 1996, los agrotóxicos incluidos dentro del paquete tecnológico no fueron examinados adecuadamente. El expediente administrativo firmado en ese año por Felipe Solá (en ese momento, secretario de Agricultura de la Nación) consta de apenas 136 folios, de los cuales 108 pertenecen a informes presentados por la propia multinacional estadounidense. Además, este trabajo no fue traducido del inglés y se llama “Safety, Compositional, and Nutritional Aspects of Glyphosate-tolerant Soybeans”.

Antes de eso, el subsecretario de Alimentos, Félix Manuel Cirio, informó el 3 de enero de 1996 al presidente del Instituto Argentino de Sanidad y Calidad Vegetal (Iascav), Carlos Lehmacher, que le enviaría los documentos que Monsanto presentó a la Administración de Alimentos y Drogas (FDA) en Estados Unidos “para que iniciara las tareas de análisis y evaluación de dicho material en lo concerniente a la bioseguridad para consumo humano y/o animal”. En dicho expediente, no existe ningún análisis ni evaluación, solo requerimientos de información que Monsanto no respondió. Sin embargo, el 12 de enero, el Iascav comunicó a Monsanto que consideraba la posible introducción en el mercado de la soja resistente al glifosato.

¿Qué significa esto? Los estudios posteriores sobre este hecho económico y político de la expansión de la multinacional coinciden en que la empresa aún no tenía estudios reales sobre el impacto en las poblaciones. El tercer mundo y, en particular, Argentina pasó a considerarse territorios de experimentación.

Volviendo a la pregunta, ¿qué tienen que ver las malformaciones con los productos agrícolas?

A partir del 2000/2003, grupos de personas en diferentes lugares del país comenzaron a notar el aumento de enfermedades y poco a poco lo relacionaron con las fumigaciones con glifosato. El 13 de septiembre de 2008, un amplio grupo de organizaciones de vecinos autoconvocados y ONG ambientalistas manifiesta lo siguiente:

Los procesos de sojización, monocultivo, siembra directa, agricultura intensiva, etc., han afectado nuestra natural convivencia en los siguientes órdenes: Salud: Reducción de la edad media y talla de crecimiento en pueblos fumigados por desnutrición y descenso de las defensas naturales, malformaciones congénitas, mutagénesis, pérdida de embarazos, depresión y suicidios, afecciones al sistema nervioso central y otras patologías neurológicas, invalidez, espina bífida, lupus, leucemia y otros tipos de cáncer, cloracné y otras afecciones cutáneas, asma, alergias y otras afecciones respiratorias y pulmonares, esterilidad e impotencia masculina, disrupción hormonal y otros trastornos hormonales, disminución del desarrollo en la infancia, síndrome febril prolongado sin foco, mayor vulnerabilidad infantil a contaminantes, anemia, esclerosis múltiple, isquemia cerebral y muerte.

El 27 de agosto de 2010 se envió una carta abierta con motivo del 1º Encuentro de Médicos y Equipos de Salud de Pueblos Fumigados a las entidades agropecuarias. Está dirigida a los principales responsables de la falta de regulación de las fumigaciones: Hugo Biolcati, en ese momento presidente de la Sociedad Rural Argentina, Mario Llambías, presidente de Confederaciones Rurales Argentinas y Eduardo Buzzi de la Federación Agraria Argentina (109 años de antigüedad).

Pablo Piovano es el fotógrafo detrás de la impactante imagen perteneciente al Proyecto “El costo humano de los agrotóxicos”, presentado en 2014. Nacido en Buenos Aires en 1981, Piovano es un fotógrafo social que ha capturado algunas de las crisis más importantes de Argentina, desde la crisis neoliberal hasta el estallido de 2001 en su proyecto “Episodios Argentinos, Diciembre y después”.

En su proyecto más reciente, Piovano recorre los principales pueblos con denuncias de intoxicación y problemas de salud debido al uso de agrotóxicos. Su obra rastrea una suerte de cultura política y social argentina reforzada e institucionalizada en los años 90. Estos años marcaron una transformación en el agro argentino, intensificándose la agricultura sin rotaciones ganaderas y con la aparición de la soja como monocultivo nacional.

Esta transformación ha tenido consecuencias directas, como la pérdida del 25% de las ocupaciones agrarias y las migraciones internas masivas a las grandes ciudades sin ningún tipo de planificación. También ha dado lugar a problemas de salud en las urbanizaciones periurbanas y rurales. Podríamos incluso decir que la transformación del agro es a la vez una transformación de los sujetos del agro.

Históricamente, la falta de interés por la integración digna de los pueblos indígenas, criollos, campesinos y pobres nunca cesó en la historia latinoamericana. Sin embargo, en muchos territorios considerados de bajo rendimiento económico, muchas poblaciones podían vivir en condiciones de pobreza pero sin ser invadidas. La transformación del agro ha cambiado esto y ha dejado a muchas poblaciones vulnerables a los efectos nocivos de los agrotóxicos y a la explotación de grandes empresas agrícolas.

El Gran Chaco es un claro ejemplo de la problemática que enfrentan muchas regiones geográficas en América del Sur. Se encuentra ubicado en el centro-sur del continente y se extiende por parte de Argentina, Bolivia, Brasil y Paraguay. Esta región es conocida por ser una de las más llanas del mundo y hasta hace menos de 30 años aún conservaba gran parte de su bosque nativo. Sin embargo, actualmente sufre una grave situación de deforestación a causa de la actividad agrícola, lo que provoca la expulsión de la población que habita en ella.

Para expulsar a la población, se utilizan diversas estrategias como la falta de dinero para comprar territorios estratégicos, lo que imposibilita la coexistencia con el resto de los vecinos, o la compra y venta de terrenos a espaldas de sus habitantes, quienes muchas veces no tienen los papeles de propiedad.

Los cambios en el régimen pluvial de este a oeste, es decir, en zonas donde antes no llovía y ahora sí, han permitido la introducción de nuevas tecnologías genéticas y agroquímicos para el cultivo de las principales oleaginosas, lo que ha extendido las fronteras económicas y ha terminado por expulsar a miles de poblaciones. Aquellos que no eran expulsados por cohesión social, lo eran por envenenamiento.

El impacto de estas prácticas sobre las poblaciones del campo ha sido devastador. El “Otro”, el indígena, el criollo, el ignorante, el marrón, ahora está enfermo y deforme. Las nuevas generaciones nacidas desde 1996 están siendo profundamente afectadas en su desarrollo individual psico-físico.

Todo esto significa, por un lado, que en el campo la gente sobra y no se necesita cuidar a los cuerpos que allí viven. Por otro lado, la relación de las poblaciones campesinas con su medio ambiente es tóxica y altamente peligrosa.

                                                   Por: María José Rivas,
                                                   Antropóloga Social y Cultural


(*) Imagen de tapa: Pablo E. Piovano es es fotógrafo documental. Ganador del premio 
Manuel Rivera Ortiz, Philip Jones Griffiths Award, Nannen Preis y del 6x6 Talent of World Press Photo South America.

Relacionadas

A PROPÓSITO DEL DETERIORO URBANO

Redaccion VC

ENTENDER AL FEMINISMO EN CLAVE ECOLOGISTA

Redaccion VC

PROHIBIDO OLVIDAR. 29 DE ABRIL

Redaccion VC

Deja un comentario