abril 12, 2025
Artes Escénicas

“Encontré la siguiente historia, o ella me encontró a mí, entre los papeles de mi
tío… No mucho más, en realidad, que un conjunto de anotaciones sueltas…
No sé por qué esta historia llamó mi atención, convocándome…”
La sobrina Sergio Delgado


Los comienzos de una escritura teatral son inciertos… Sin embargo, algo llama nuestra atención, resuena en nuestro interior y nos convoca. La lectura de una novela que nos conduce a un universo de ensoñación del cual solo podemos emerger con la llegada de su ansiado final; una película que nos conmueve tanto que insistimos en volver a ver para ad mirar sus detalles; una serie que nos sumerge en un océano de temporadas y capítulos. En todas ellas podemos Intuir la presencia de una historia…


¿Cómo trasladar el universo de esas historias al lenguaje teatral? ¿Cómo hacerlo? ¿Por dónde empezar? ¿Cuáles son las situaciones dramáticas que pueden ser traducidas al lenguaje del escenario? Estos son
algunos de los interrogantes que se nos presentan.


Roland Barthes plantea que la teatralidad es «el teatro menos el texto». Al mismo tiempo, paradójicamente, supone que los textos poseen una matriz de teatralidad. De este modo, aunque considera que lo teatral está en lo extralingüístico, infiere que el texto, en su potencialidad, contiene imágenes que dan indicios para la teatralidad: «Una espesura de signos y de sensaciones que se edifican a partir del argumento escrito»

El teatro es un arte alusivo, de lo poco que alude a lo mucho, donde confluyen y se condensan imágenes de una novela, una película, una serie, historias de la vida misma. La escritura de un texto teatral conlleva traducir las imágenes de ensueño generadas por esas historias, al lenguaje concreto del escenario. Elegir situaciones, personajes y un eje temático que oriente la historia. La búsqueda de respuestas a los interrogantes que irán surgiendo a cada paso, serán una guía en el camino.


Para escribir Teatro es fundamental desarrollar la percepción. “Escuchar” diálogos, palabras, signos, símbolos, señales. Transformar a la palabra coloquial en un material previo, significativo, inspirador de imágenes generadoras de escenas y situaciones dramáticas posibles.

Toda imagen contiene una metáfora. En ella está la obra como en una semilla está el árbol. La clave está, al iniciar el camino de toda escritura, en
descubrir, abordar y describir, esas imágenes singulares, con movedoras, vinculadas a un mundo propio, conocido.
Más allá de si la frase “pinta tu aldea y pintarás el mundo”, eternamente atribuida al escritor León Tolstoi, es o no es verosímil, lo esencial es que expresa una premisa que ha inspirado a generaciones de escritores, artistas, narradores, en fin, autores y autoras de todos los tiempos.


“En un pueblo africano, cuando un contador de historias llega al final de su cuento, pone la palma de la mano en el suelo y dice: Aquí dejo mi historia. Y luego añade: Para que otro la pueda recoger otro día.”
Peter Brook. Hilos de tiempo. Memorias

                                                                           Mari Delgado
Santa Fe, 6 de Febrero de 2003

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