En este libro que tengo en mis manos todo se ofrece
y las imágenes esperan.
No hay otra demanda más que sentarse en la vereda a mirar.
Jesús Ademar , Escritor
Fuerte como la muerte es el amor
Tengo este libro de poesía escrito por una poeta gigante, de la cual desconozco casi toda su obra. Salvo esto, este libro. Para empezar la verdad: nunca escribí una reseña, ni se si esto llegara a serlo. Ahora bien, igual la escribo. Me siento delante de la computadora. Y escribo casi de la misma forma en la que leo. Intuitiva, desordenada y fragmentariamente. De a ratos me interrumpe el celular, me rapta. Entro a instagram y veo pasar fotos de personas que apenas conozco. Fotos en las montañas, la playa, bajo el sol. Es verano. Espío el mundo de los demás pero en realidad siento que ese mundo me espía a mi, me muestra cosas de forma violenta y me tira hacia él, diciendo allá está pasando todo. El libro en cambio está ahí, calmo y paciente. No me pide nada y cuando me encuentro con él, se cierra sobre sí mismo, con palabras, voces propias y que hablan entre sí. De a ratos me parecen imposibles y vuelvo a la violencia de las fotos. Lo dejo por ahí, en cualquier lugar, y también bien intencionadamente en la mochila. Lo abro en colectivo, en el trabajo, en el sofá. Leo desde cualquier página, es así como trato a estos libros, los de poesía. Con precaución. Si hay veces que solo busco poemas cortos, de pocos versos, porque son mansos y siento que son los que mejor se ofrecen a la mirada pasajera.
De Diana solo sé que es de Zaballa, que tiene una cabellera blanca y que la primera vez que escuché su poesía ella estaba hablando en lugar lleno de verde sobre un jardín. La vi en un video de instagram. Recuerdo la sensación hipnótica y unas palabras elegantes. Un ritmo de enredadera. Este libro
que tengo de ella lo conseguí usado. Fuerte como la muerte es el amor, así se llama. Y es también el nombre del último poema. En este libro su voz es como un retoño en un árbol viejo. Se emociona, es tierna con el mundo y casi siempre ojea al futuro. Y al mismo tiempo su marco es el pasado, el tronco en donde nace y en el que también va a crecer y morir. Si hasta dice “de espiar este mundo / tan hecho de pasado / que asusta”.
Zaballa es pasado, su pueblo, el pueblo de su infancia y en el que se sitúa al escribir los versos, es pasado brotado por los ojos del presente. En él su voz encuentra alo de verdad y de misterio “¿Cuando te vas? Preguntan todos en Zaballa / y yo, no sé qué decirles cuando me iré / y aunque lo se me miento a mi
misma, me digo / no te irás y no es porque me guste el pueblo / o el paisaje me vuelva loca o entre su gente / a mi corazón, no, misterioso es esto / del presente orlado por un pasado tan / remoto que ni yo se, ahora en las puertas / del otoño que cobija bajo su largo / día gris”.
Su gente, los sauces, las vías del tren, los sapitos y tacuaras de Zaballa se transforman cuando la autora los abraza con su voz y nos lo presenta. Al tiempo que los nombra sapitos son corceles, Zaballa en una isla perdida rodeada por un mar azul y la voz de una vecina con un ramos de malvones.
Casi siempre propone luminosidad en sus versos y un poco de ternura tácita: “en la mañana de sol / cuando veo nadar los sapitos / en la pileta, tan lleno de vida todo / en el chato paisaje del llano / que no se, oh pajarito mío / dónde están las notas del concierto / solo se que te quiero / a vos y al Fernando…”
En este libro que tengo en mis manos todo se ofrece y las imágenes esperan. No hay otra demanda más que sentarse en la vereda a mirar. Nadie arrebata nuestra atención sino que nosotros la regalamos como cuando nos distraemos mirando unos jilgueros bañarse, la regalamos casi sin saber que lo hacemos “aunque no se como se llama y me dice “acá / se sentaba siempre tu papa, en esta silla, / frente a vos”, lo recuerdo, si, mirando hacia la plaza… / ustedes me trajeron, ¿verdad viejitos? y el dueño / del bar que me ofrece ahora una copita que no / me dejara pagar, tan grande y hondo, no se”
Jesús Ademar. Escribe poesía y narrativa. Nació en Maciel - Santa Fe en el otoño de 1992. Actualmente vive en Rosario. Estudió Antropología en la UNR. Forma parte de distintas antologías de poesía y cuentos, nacionales e internacionales.