…Actualmente los imaginarios de un futuro feliz
se cocinan al interior de las economías neoliberales. …
María José Rivas
La derecha hace las utopías, la izquierdas las deshace
Hace algunos años, muchos teóricos de las ciencias sociales se preguntaban: ¿Qué tienen de nuevo las nuevas derechas? Muchos dirán que nada; que el capitalismo es cíclico y aquello que parece nuevo es lo mismo con diferentes recursos tecnológicos para la maximización del capital. Luego, afirmaron que lo verdaderamente nuevo es el componente humano: las personas y las sociedades. Estas sí van cambiando, se renuevan, y el mundo simbólico y cultural se resignifica. Los ideales utópicos del siglo XIX y los revolucionarios del XX, propiedad del progresismo social, ya no son parte de la literatura de izquierdas. Actualmente los imaginarios de un futuro feliz se cocinan al interior de las economías neoliberales.
¿Por qué es importante pensar en cómo nos relacionamos con las derechas? Porque actualmente vivimos en un contexto global en donde los partidos ultraconservadores emergen como un agente que interpela y discute la realidad social. Es decir, las personas que militan o representan estas ideologías proponen políticas económicas y sociales para mejorar la situación actual. En 2020 se publicó un libro llamado ‘¿Por qué el capitalismo puede soñar y nosotros no?’ de Alejandro Galliano, donde se hace un recorrido histórico de las izquierdas desde el comienzo del capitalismo hasta la actualidad; él propone una nueva categorización de las etapas según los avances tecnológicos.
Nos centraremos en lo que él llama capitalismo 4.0, que comienza en 2000 con la emergencia de la web 2.0 y la Inteligencia Artificial. En esta época, los imaginarios colectivos, la educación y la emocionalidad grupal son difíciles de manejar ya que los cambios son acelerados, y el activismo político (si bien es global) se encuentra fragmentado; esto hace que los malestares individuales y colectivos no encuentren alternativas ni soluciones coherentes. Esto no quiere decir que no haya movimientos críticos al sistema, como por ejemplo el análisis de Nick Srnicek, quien caracteriza a la economía digital como un ‘capitalismo de plataformas’. Dirá que empresas como Facebook, Google, Uber, Airbnb, Spotify y Amazon apuntan a un mismo modelo de negocios basado en la extracción de datos de la actividad de sus usuarios. Estos datos se consideran su materia prima, y Srnicek propone colectivizarlos, lo que podría interpretarse como buscar formas de compartir o distribuir más equitativamente los beneficios derivados de estos datos. Sin embargo, estamos bastante lejos de compartir un imaginario utópico alternativo al presente desigual, en crisis ambiental y en guerra.
Es en este espectro donde juega un rol muy importante la derecha, y con derecha me refiero a los sectores en donde ven en el capitalismo neoliberal o postindustrial un modelo viable para la vida de las personas y del mundo. En este punto cabe la pregunta: ¿Por qué las derechas y el capitalismo plantean utopías tanto individuales como grupales? Es aquí donde Galliano se pregunta: ¿Por qué el capitalismo sí puede soñar? Cómo es que en los últimos siglos este sistema económico se convirtió en uno de los modelos de organización más resilientes de todos, con un Silicon Valley que promete volar alrededor del planeta Marte y comunicarnos telepáticamente con los animales; mientras que del otro lado, Zizek, Chomsky o el movimiento ambientalista solo pueden decirnos que si cambiamos radicalmente el modelo de producción actual, estaremos no “tan mal” en los próximos años; pero de ninguna manera nos prometen un futuro lindo en donde estemos disfrutando de los recursos escasos que nos rodean. A estas preguntas podemos responderlas de manera obvia con la esencia misma del sistema capitalista, la cual es evolutiva e innovadora. Sin embargo, ¿cómo podemos responder esto después del 2008 cuando se está en una crisis interna? Desde luego, la inmensa capacidad de resiliencia que posee es única, pero también Galliano señala algo muy importante. Él resalta que para el capitalismo todo es capital; cualquier economista neoclásico conoce la fórmula Cobb-Douglas. Esta ecuación dirá que la riqueza = tecnología x trabajo x capital x recursos. Todos estos factores son sustituibles. ¿Qué quiere decir? Que si se acaba uno o sube mucho el costo, se puede cambiar por el otro. Ahora muchos pensarán, para el capital y el trabajo puede ser, pero ¿cómo es posible reemplazar un recurso? Acá está el punto de inflexión ideológico, donde sin ir más lejos, el nuevo presidente Javier Milei entra en juego. Para la derecha, todo, incluso los recursos, pueden ser reemplazados según la estrategia de rentabilidad. Por ello, cuando se encuentran frente a la crisis climática, no lo ven como un problema de escasez, sino frente a un problema de costos que se resolverá robotizando todo o inventando agua extraída de la Luna.
Es quizás por alguna de todas estas razones que los avances de los negacionistas, la extrema derecha y la legitimidad cada vez mayor de la doctrina económica neoclásica están teniendo lugar en el debate social y político; porque crearon utopías. Se apropiaron de la idea de libertad, de alegría, de esperanza, mientras que las izquierdas y grupos progresistas solo marcan como el desastre inminente.
Autora: María José Rivas (*) (*) Antropóloga Social (UB). Formación en Comunicadores Populares (UNICAM). Diplomatura en Metodología de investigación en Humanidades (UBA). Generadora de Contenidos para VdCULTURA 2023.