junio 28, 2025
Artes Visuales

LA TORTURADA, Antonio Berni (1977)

La consigna que acompañó esta presentación

es que nuestra memoria no siga bajo la manta…

hoy más que nunca: “NUNCA MÁS!”

Tras años tapada por una manta, el cuadro “La torturada”, de Antonio Berni 1977, se exhibió por primera vez en Buenos Aires allá por 2024. La consigna que acompañó esta presentación es que nuestra memoria no siga bajo la manta… hoy más que nunca: “NUNCA MÁS!”

“La torturada” es una pintura combinada con escultura blanda del maestro Antonio Berni que se exhibe por primera vez en Buenos Aires a más de cuarenta años de su realización, más de tres décadas de la muerte del artista y luego de estar mucho tiempo cubierta, tapada por una manta. Fue la estrella de una exposición maravillosa con obras de este autor en la galería Cosmocosa, ubicada en Montevideo 1430 del centro porteño.

La creación de Antonio Berni estremece porque tiene grandes dimensiones y se ve en primer plano a una mujer atada a una especie de tabla de madera, con las medias de nylon bajas y zapatos de taco, semidesnuda, con su poca ropa dañada y su rostro con una mueca de espanto, de terror. Detrás, dos hombres con gestos que transmiten miedo y uno de ellos tiene en su mano el aparato eléctrico que se utilizaba para aplicar la tétrica picana. Claramente, un retrato sobre una de las más antiguas tragedias universales.

Las medias de nylon bajas condensan la energía de ese cuerpo derrotado; los zapatos de taco siguen ahí, aunque los pies ya no respondan, como las piernas. El torso vencido recuerda al de las marionetas debajo del escenario, pero el rostro guarda la mueca del espanto: ojos vacíos, dientes apretados. Como por si quedara alguna duda, en el cuadrante inferior de la obra el maestro Antonio Berni trascribió los versos del poeta turco Nazim Hikmet, perseguido y torturado por su militancia comunista.

“La Torturada”, de Antonio Berni. 1977

Más allá de su temática, y como era habitual en la obra del maestro, los materiales que Berni utilizó hacen que el cuerpo de ella –hecho de harapos y goma espuma– siga supurando sufrimiento. Detrás, los hombres están en otro plano: no cobran relieve, han sido pintados. Después de haberse encargado de tan atroz tarea, las colillas de sus cigarrillos junto a sus rostros burocráticos recuerdan las ideas de Hannah Arendt sobre la cara más rutinaria y banal de la maldad.

 

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