junio 28, 2025
Tecnología

LA CULTURA DE LA CONECTIVIDAD

LA CULTURA DE LA CONECTIVIDAD. Una historia crítica de las redes sociales, un Libro de José Van Dijck…

Si hay un tema recurrente en las noticias, la vida cotidiana y los estudios académicos es el de cómo internet nos cambió la vida. Es más que usual escuchar relatos y opiniones sobre la privacidad y la transparencia en la circulación de datos, sobre las peleas entre los Estados nacionales y las corporaciones tecnológicas transnacionales.

También sobre las transformaciones de la vida afectiva con las redes sociales y las aplicaciones para citas y contactos, y sobre las bondades o perjuicios de las nuevas formas de conocimiento que predominan en plataformas como Wikipedia, Facebook o YouTube.

En un contexto en el que abundan las enunciaciones sobre la cultura digital, parece difícil que surja una perspectiva novedosa. Sin embargo, el libro de José van Dijck hace un aporte nuevo y riguroso sobre una cuestión que, aunque suena conocida, en muchos aspectos sigue siendo muy opaca. Se destaca su mirada de mediano y largo plazo acerca de temas que parecen dominados por lo efímero y lo fugaz.

Van Dijck, investigadora holandesa que empezó analizando las tecnologías reproductivas y las de la memoria en la era digital, amplía aquí el alcance de su perspectiva de conocedora de las tecnologías de la cultura. Su historia crítica de los medios sociales combina muy bien el pasado reciente de los avances tecnológicos con las transformaciones económicas, políticas, estéticas. Con notable solvencia, y en diálogo con un amplio espectro de autores y disciplinas, propone un recorrido por las principales plataformas de la cultura de la conectividad (Facebook, Twitter, Flickr,

YouTube y Wikipedia) para analizar sus modos de operación, modelos de negocios y formas de representación o entretenimiento. También hay que subrayar que su análisis de esta primera década de “medios conectivos” (como ella los llama) está escondido por preguntas éticas y políticas sobre las posibles derivas de estos nuevos desarrollos, indagaciones no siempre presentes entre quienes celebran la expansión de las nuevas tecnologías.

Van Dijck demuestra gran agudeza para captar los rasgos de esta nueva fase, casi en simultáneo a su surgimiento y consolidación. Escrito entre 2012 y 2013, el libro analiza plataformas que en ese momento tenían, a lo sumo, siete u ocho años de existencia, y entre dos y cinco de éxito comercial.

Para la autora, esas alternativas no se resumen en el consabido pasaje de la web 1.0 a la 2.0 o 3.0.

No supone que estamos cada vez más conectados en red y a la red, sino que esta se vuelve un modo de estructurar una forma inédita de estar con otros, y produce una “socialidad conectada”. En polémica con los determinismos tecnológicos, pero también con quienes creen que las tecnologías de la información y de la comunicación son vectores neutros de intereses o impulsos sociales, plantea una coevolución de las tecnologías y los usuarios: no somos los mismos que antes de la existencia de las redes sociales, ni ellas dejan de cambiar con las tendencias que se van decantando entre los usuarios.

Van Dijck muestra cómo hoy en día los medios conectivos avanzan cada vez más sobre diversos factores de las conexiones humanas, codificándolas como datos y convirtiéndolas en mercancías que producen valor. Esa capacidad de la nueva socialidad online supone una ruptura revolucionaria, cuyas consecuencias no terminamos de avizorar.

El debate que plantea Van Dijck no se centra en si perderemos nuestra condición de humanos a causa de esta conectividad automatizada, sino en cómo y con qué rumbo seguirán desplazándose nuestras interacciones, por quién o por qué serán gobernadas.

Así, la autora observa algunos desarrollos que la inquietan. En los medios sociales, la conectividad está organizada alrededor de opciones como “me gusta” o el “botón-T” de Twitter. Estos son inventos que presentan de manera sencilla algoritmos complejos que codifican una inmensa cantidad de datos sobre gustos, preferencias y afectos. Los datos aislados, sueltos, no dicen ni valen mucho, pero la enorme masa de datos agregados con que cuentan estas plataformas adquieren un valor inusitado.

Por eso los medios sociales privilegian, ante todo, la popularidad, ya sea en los buscadores que organizan una jerarquía de respuestas en función de cuáles han sido las más visitadas, como en las redes sociales que premian los perfiles y las intervenciones “populares” de sus usuarios o espectadores. Esa popularidad expresa la concentración de conexiones; por eso, los botones o funciones de las redes sociales nos guían en esa dirección.

Hay al menos dos efectos: uno es favorecer las evaluaciones o adhesiones instantáneas, viscerales, emocionales y positivas, rápidamente replicables y cuantificables, como el botón “me gusta” de Facebook; otro es que los usuarios busquen promocionarse para incrementar su alcance, lo que en muchos casos lleva a borrar la distinción entre la expresión personal y la publicidad, y a mercantilizar la identidad propia como un bien que hay que vender o consumir. En este sentido, como acertadamente se sostiene en el libro, Twitter y Facebook no son tanto plataformas para la expresión creativa y la participación personal como herramientas de la autopromoción.

Pese a esta perspectiva crítica, Van Dijck no deja de señalar las contradicciones y las tensiones en estas plataformas, que sitúa no sólo en la presión de los usuarios y los gobiernos –que en varios casos pugnan por otros usos y regulación de los datos–, sino también en el contrapunto entre sus modelos de negocios y sus promesas de transparencia y participación, o en la competencia entre los distintos medios sociales. Este es otro de sus méritos: lejos de los apocalípticos o integrados que sólo logran percibir conjuntos estables, la autora se propone entender los medios conectivos como parte de un ecosistema tecnocultural de carácter cambiante, donde pueden verse tendencias y también tensiones e inconsistencias que, a su vez, permiten proyectar distintos escenarios futuros.

En suma, creo que la cultura de la conectividad es una gran contribución al debate público sobre los medios digitales, y aporta preguntas y argumentos que todavía no se escuchan con la atención que merecen.

Por: Inés Dussel (*)

* Doctora en Educación. Investigadora titular del DIE-CINVESTAV (Departamento de 
Investigaciones Educativas–Centro de Investigaciones Avanzadas), México. Directora del Área Educación de Flacso Argentina entre 2001 y 2008.

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